En los últimos años ha surgido lo que se puede decir un redescubrimiento de las doctrinas de la gracia, y gracias a Dios por ello. Algunos quizás lo vean como un «gran avivamiento». Yo soy reservado y no le llamaría así. Prefiero describir esto como un mayor conocimiento de una parte de la teología reformada que sin duda es la más consistente con la Escritura, la doctrina que contienen las grandes confesiones históricas de fe, como la Confesión Bautista de Fe de 1689. Sin embargo, este «redescubrimiento» en su mayor parte no tiene como fin adentrarse en las profundidades de la teología reformada y por lo general se asienta únicamente en los 5 puntos del calvinismo. No crea estimado lector que me he olvidado de las 5 solas, pero no es acertado afirmar que esta nueva reforma se aferra a ellas, dado que la confusión es tal que al día de hoy ya se habla de pastores «reformados» continuistas y de pastores «reformados» dispensacionalistas y, por si fuera poco, también hay quienes ven como pastores «reformados» a quienes tienen en poco la Ley moral de Dios. Quien esté familiarizado con lo que he escrito hasta aquí, ya se habrá percatado que esto es lo que hoy se conoce como NeoReforma o Nuevo Calvinismo. ¿Y por qué digo que este movimiento no se aferra realmente a las 5 solas? Bueno, porque en realidad la misma teología que se promueve entre algunos de este movimiento ataca a la Sola Escritura. Por ejemplo, es incompatible la Sola Escritura con el continuismo, y también es incompatible la Sola Escritura con el principio normativo de la adoración. Este movimiento sin duda ha generado preocupación entre quienes verdaderamente aprecian el valor y la importancia de la doctrina y la fidelidad escritural; máxime cuando lo que más afectado se ve es el entendimiento de la iglesia y su función, y a partir de esto se derivan las grandes confusiones y problemas, porque la Iglesia es definida en la Palabra de Dios como «columna y baluarte de la verdad» (1 Timoteo 3:15), y si ella no cumple fielmente su función no podemos esperar otro resultado que la confusión. Y es verdaderamente triste y preocupante que esta nueva reforma está arrasando consigo a congregaciones que en algún momento caminaban fielmente. Pero, ¿cómo puede ser que congregaciones que caminaban ordenadamente ahora sean llevadas por este movimiento? Esto tiene una respuesta clara: la asociación ministerial. Y es a esto a lo que hace alusión el título de esta entrada. Como es notorio, hay muchos pastores o predicadores muy populares en este movimiento y sin duda la popularidad tiende a traer grandes tentaciones al ministro de la Palabra. Y me parece que en ello se ha dado el desvío de algunos que en otro tiempo caminaban ordenadamente y ahora dejan mucha confusión. Quizás el deseo de seguir sobresaliendo ha llevado a algunos a no querer perder ese lugar que tienen para ser impopulares y tachados como muy rígidos o de espíritu divisor (algo que se suele decir entre los que no logran ver el panorama completo), y eso los lleva a asociarse con quienes promueven prácticas no bíblicas y quizás hasta antibíblicas, o bien, con aquellos que tienen estrecha relación con quienes andan en el error. El lema de hoy en día es «unidad sobre la verdad», en lugar de lo cual se debiera decir: «unidad en la verdad». Esto no quiere decir que la unidad debe darse solo cuando hay un 100% de acuerdo en la doctrina, no, pero las doctrinas fundamentales y esenciales de la fe no deben comprometerse a favor de la unidad (y cuando hago alusión a doctrinas esenciales y fundamentales no crea que tengo en mi mente doctrinas primarias, secundarias y terciarias como este movimiento define). Tampoco esto sugiere que sea prohibido un acercamiento o algún tipo de relación personal con quienes no creen lo mismo (eso sería un grave error). Así que me estoy refiriendo a la asociación ministerial.
Esta mañana, en mi lectura de la Biblia, leía en el segundo libro de Crónicas la historia de Josafat rey de Judá (esto me alentó a escribir esta entrada), y es notorio que la tendencia que se da hoy de «unidad sobre la verdad» no es para nada bíblica, puede parecer piadosa, pero no lo es por cuanto no se conforma a la doctrina de la Biblia (1 Timoteo 6:3). La historia de Josafat nos relata cosas muy importantes. El escritor bíblico afirma que este rey hizo lo bueno a los ojos de Dios (2 Crónicas 17:3-6). Ahora bien, esta es la descripción bíblica de todo verdadero cristiano ya que los hijos de Dios fueron creados en Cristo para buenas obras (Efesios 2:10), por lo que no sugiere que Josafat haya sido perfecto, como nosotros tampoco lo somos. Pero a pesar de que Josafat buscó a Dios de corazón, no obstante, pecó grandemente y su pecado trajo consecuencias enormes. Se nos relata que en aquel tiempo de su reinado en Judá también reinaba en Israel el rey Acab, quien fue el rey más perverso de Israel (1 Reyes 16:30-33), y había contraído parentesco con él porque Josafat había permitido que su hijo se casara con una hija de Acab (2 Crónicas 18:1; cf. 2 Crónicas 21:6). Así que estamos hablando del recto rey de Judá y del malvado rey de Israel. Ahora bien, aunque el reino se había divido sin embargo eran del mismo linaje, ¿no es cierto? Así lo pensó Josafat para permitir que su hijo se casara con la hija de Acab y también para aliarse en la guerra con Acab cuando él se lo propuso:
2 Crónicas 18:3
Y dijo Acab rey de Israel a Josafat rey de Judá: ¿Quieres venir conmigo contra Ramot de Galaad? Y él respondió: Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo; iremos contigo a la guerra.
Es penoso que a pesar de que Acab era un aborrecedor de Dios, algo que Josafat sabía muy bien, a pesar de ello tomó por proceder el lema de «unidad sobre la verdad». Y esta unidad fue justo su grave error. Tan sentimentales (o carnales) se vuelven estas relaciones de unidad que con todo y la profecía de Jehová que fue entregada por el profeta Micaías, quien dijo que no debían ir a la guerra (2 Crónicas 18:16), aún así el rey Josafat insistió en salir a la batalla que Dios no había mandado, y esto además fue una desobediencia deliberada de Josafat puesto que él mismo pidió consultar a un profeta de Jehová (2 Crónicas 18:6-8). ¡Qué irónico! Cuando uno lee este relato supondría que Josafat pide un profeta de Jehová para seguir la voz de Jehová, pero no fue así. A pesar de tener el consejo de Dios prefirió la unidad antes que la verdad. Y Dios no se hizo esperar mucho para hacerle saber que él pecó al relacionarse con alguien que no andaba en la verdad, esto nos dice el escritor bíblico:
2 Crónicas 19:1-2
1 Josafat rey de Judá volvió en paz a su casa en Jerusalén. 2 Y le salió al encuentro el vidente Jehú hijo de Hanani, y dijo al rey Josafat: ¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto.
Por si fuera poco, no solo lo hizo con Acab, sino que también más adelante volvió a estrechar su mano con Ocozías quien también era dado a la impiedad (2 Crónicas 20:35-37). Son estos pecados indirectos; o dicho de otro modo, por asociación, los que parece han quedado en el olvido en nuestra época. Por eso se manifiesta en esta «Nueva Reforma» una corriente ecuménica. No importa la doctrina, unámonos por causas comunes. Hay que redimir la cultura. Hay que ser relevantes. Esto y otras cosas suceden en este nuevo movimiento. Ahora, usted dirá: «esos textos están hablando de un impío con un incrédulo, pero no aplican para una relación entre cristianos con diferentes posturas». Si no ves el principio acá, tal vez te resulte más claro en la enseñanza del NT:
2 Tesalonicenses 2:15
Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.
2 Tesalonicenses 3:14
Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence.
Notemos que acá ya se nos habla de doctrina y el apóstol Pablo manda a no juntarse (asociarse) con quienes andan desordenadamente. Y claramente también enseña que esta desunión o desasociación no implica necesariamente que los tales no sean cristianos, sino que deben señalarse y amonestarse como a hermanos (2 Tesalonicenses 3:15). Y una desobediencia a la instrucción bíblica no es otra cosa que pecado.
A la luz de la enseñanza bíblica, debemos recordar que la asociación ministerial con aquellos que andan desordenadamente, o bien, con quienes se relacionan con los que andan en mal proceder, es sencillamente algo grave y el desagrado de Dios se verá, quizás no inmediatamente, pero sin duda a futuro, y el caos y la confusión después serán lamentables. No olvidemos que ese parentesco de Josafat con la casa de Acab, muchos años después provocó que Atalía, la hija de Acab, casi llegase a destruir la descendencia real de la casa de Judá (2 Crónicas 22:10-12) y esta mujer malvada influyó para que su hijo, el rey Ocozías de Judá, anduviera impíamente conforme ella había aprendido de sus padres (2 Crónicas 22:2-4).
Esto no es distante a lo que estamos viviendo con la Neoreforma. Sí, hay exponentes elocuentes. Sí, han hecho buenos aportes en algún punto. Pero nada de eso debe anteponerse a la verdad. Las grandes plataformas que promueven esta nueva reforma están llenas de hombres que se relacionan sin ningún problema con católicos, o que fomentan el «cristiano gay», o que niegan la literalidad del Génesis, o que fomentan la celebración de Halloween y otras cosas más. Alguno dirá: «Pero no todos son iguales». Es cierto, pero ¿qué hacen asociándose con ellos? Eso deja mucho que desear y genera grandes confusiones a la misma fe que pretenden defender. Un maestro no solo enseña con las palabras que dice, sino también por lo que no dice, y por sus actos.
Este nuevo movimiento debiera recordar las palabras y ejemplo de un predicador antiguo que tanto gustan citar:
«He predicado la verdad de Dios, en la medida en que la conozco, y no me he avergonzado de sus peculiaridades. Para evitar degenerar mi testimonio, me he apartado de aquellos que se descarrían de la verdad, e inclusive de aquellos que se asocian con ellos». Charles Spurgeon.
Quiera el Señor mantener las iglesias centradas en la verdad a fin de que el testimonio de Cristo en el Evangelio transforme la cultura y que no sea la cultura trastornando a la iglesia.